martes, 31 de mayo de 2011

Mi primera experiencia en el Mundo Occidental


     
-    A ver, mucho gusto, soy el oficial Hans Hoelsman.  Siéntese por favor e identifíquese.

-          Soy Lobsang, vine a Europa por orden del Dalai Lama a abrir un monasterio en Dijón, Francia. Vengo a poner una denuncia.   

-          A ver explique que fue lo que pasó. Permítame que encienda la computadora.  Ya está.

-          ¡Estoy cabreado y me siento humillado!  Tuve una mala experiencia en el Aeropuerto de Amsterdam.   

-          Dígame detalladamente que fue lo que sucedió.

-          Al pasar por la máquina que chequea cosas de metal, los de seguridad descubrieron que llevaba algo dentro de mi túnica.  Uno de los guardias me preguntó qué era lo que llevaba escondido.  Y yo, amable, le expliqué que los monjes tibetanos no escondemos cosas.  Le expliqué que en la parte superior de la túnica formamos un bolsón por encima de nuestro abdómen para llevar las cosas que poseemos.  

Entonces me pidió que sacara todo lo que llevaba.  Asi que empecé por sacar la escudilla de madera que usamos para el Tsampa, luego saqué unos amuletos tibetanos, después un cuchillo de acero con mango de madera.  Al sacar el cuchillo noté que el guardia de seguridad puso la mano encima de su pistola.  Saqué una bolsita de cebada tostada y terminé por sacar el Tsampa.

Al ver la bolsa que contenía el Tsampa me preguntó que era eso.  Le dije que era el alimento nacional del Tibet.  Me preguntó que de qué estaba hecho.  Le  expliqué que se hace de cebada que se tuesta y hace que quede de un tono café oscuro. Luego se tritura y se vuelve a tostar para sacar la harina que llevo.  Esta harina la mezclaré con té y me la comeré.  El guardia de seguridad pensó que estaba mintiendo porque abrió la bolsa y se ha llevado una muestra. Lo escuché decir que chequearía si contenía algún tipo de droga. 

-          Pero ¿llevaba drogas? 

-          ¡Por supuesto que no!  El Tsampa es para comer.

-          A bueno,  continúe con su historia.

-          El guardia de seguridad me llevó a una habitación pequeña y gris, sin ventanas, y sin más mobiliario que una mesa y un par de sillas.  Me dejó sólo. Después de esperar un par de horas alguien entró a hablar conmigo.  Se presentó como el jefe de la Seguridad.  Era un hombre musculoso, de 2 metros de altura, y con cara de pocos amigos.  Puso enfrente mío todo lo que yo llevaba en la túnica. Se sentó poniendo los pies encima de la mesa y las manos sosteniendo su cabeza por detrás. Me preguntó qué hacía en Amsterdam y hacia dónde me dirigía.  Le expliqué que su santidad el Dalai Lama me había asignado  a abrir un monasterio en la población de Dijón en Francia.  Me preguntó que hacía con un cuchillo escondido dentro de mi túnica.  Le dije que nosotros utilizamos el cuchillo para afeitarnos la barba. Soltó una carcajada que hizo un eco infernal en la pequeña habitación.

-          ¿En serio usa el cuchillo para afeitarse? ¿No lo utiliza para otra cosa?

-          No.

-          ¿Para defensa personal? Talvez... ¿cazar animales...?

-          ¡NO!

-          Bueno, no se altere, continúe.

-          Me preguntó que de dónde venía.  Le expliqué que yo vivía en un monasterio tibetano en McLeod Ganj, un suburbio de Dharamshala en India. Me preguntó de qué aeropuerto había salido. Le conté que para realizar el viaje tuve que viajar en caballo desde McLeod Ganj hasta Shahpur, en tren desde Shahpur hasta Nueva Delhi para tomar el avión de Nueva Delhi a Amsterdam.  Me preguntó que por qué en Nueva Delhi no me quitaron todo lo que llevaba escondido en la túnica.  Le expliqué que no escondí nada, que nuestra tradición es llevar todo lo que poseemos en la túnica.  Y le dije que no tengo idea del por qué no me quitaron nada en Delhi. 

Se estiró para acercarse hacia mí.  Puso las manos firmes en la mesa y puso su cara muy cerca de la mía.  Pude sentir su aliento mezclado a tabaco y goma de mascar de menta.  Me preguntó si lo que estaba sobre la mesa era todo lo que poseía. Si tenía maleta.  Le dije que lo que estaba en la mesa no era todo lo que poseía. También poseía lo que llevaba sobre mi cuerpo - refiriéndome a la túnica, las sandalias y el amuleto dorado que me regaló mi madre cuando a los 7 años decidí meterme al monasterio-. Y que no tenía maleta. Pero creo que él no comprendió bien la expresión de ˝sobre mi cuerpo” porque enseguida llamó a otro guardia por el radio y en un idioma que no pude comprender dijo algunas palabras.  Al cabo de algunos minutos entró otro guardia. Era flaco y pálido de un metro sesenta de estatura.  Se puso un guante blanco de plástico en la mano derecha mientras estiraba los dedos esqueléticos chequeando uno a uno si todavía tenían movimiento y me pidió que me quitara la túnica y mi ropa interior.

-          En otras palabras que se quedará desnudo.

-          Si oficial, completamente desnudo.

-          Continúe su historia.

-          Yo no comprendí por qué lo estaba pidiendo pero obedecí las órdenes. Nosotros los monjes no usamos ropa interior así que me quedé completamente desnudo al quitarme la túnica. Estaba acostumbrado a tomar baños comunales con los demás monjes del monasterio pero esto lo encontré muy extraño.  Soy el único que se quita la ropa. Mi cuerpo se encogió mientras intentaba taparme lo que podía. No comprendo el por qué hice eso.  Me pidió que me quitara las sandalias y el amuleto dorado que me regalo mi madre. Le dije que yo nunca me quito el amuleto.  El guardia se acercó a mí y lo arrancó de un jalón.  Grité ahogado y lloré.  Lo tiró en la mesa y no le quité la vista para nada.

Y acá viene lo que quiero denunciar, por favor preste mucha atención: 

Me pidió que abriera las piernas y que pusiera las manos encima de la mesa. El se puso detrás mío para examinarme más de cerca.   No quiero ni describir lo que aconteció después.  Sólo he de decirle que vi el rojo ardiente y los tonos más grises que he visto en mi vida. Me puse de un color blanco ahogado. Tenía y todavía tengo un gran dolor en la parte inferior trasera desde entonces.

-          Mmmm.  Usted tuvo un exámen rectal.  Le cuento señor Lobsang que ese es el procedimiento oficial al sospechar que una persona lleva drogas encima.

-          Pero ¡Yo no llevaba drogas!

-          Pero los guardias no podían saberlo. Tenían que revisarlo para asegurarse.  Ellos sospechaban que usted las llevaba. 

-          Pero ¿Por qué?  Sólo soy un monje común.

-          Mire señor Lobsang, se ha encontrado droga en las personas más comunes y menos sospechosas.  Al sospechar que alguien lleva droga, esas son las medidas de seguridad normales en un aeropuerto. Sus respuestas no fueron suficientes para calmar las sospechas de los guardias de seguridad.  Es por eso que tuvieron que hacerle un exámen físico. ¿Paso algo más? ¿Le han hecho algo más?  Algo como golpearlo, violarlo, o ¿ponerle el cuchillo en el cuello amenazándolo?

-          No...

-          Entonces me temo que no puedo considerar esto que me ha contado como una denuncia.

-          Oficial, escuche:  En el monasterio me dijeron que fuera a la policía por cualquier cosa que me sucediera que atentara contra mi integridad física.  Perdone que sea tan específico... pero... dos dedos metidos en la profundidad interior de ahí abajo buscando saber qué, atentan contra mi integridad física.  Jalar el amuleto que mi madre, con amor heroíco me regaló, y romperlo, atentan contra mi identidad y mis tradiciones.  Y ahora tengo este cabreo que me lleva al fondo oscuro de los pensamientos pecadores y que no puedo controlar.  Estando en el monasterio digo las oraciones necesarias y encuentro la paz interior.  Los otros monjes me ayudan a deshechar los malos sentimientos.  ¡En cambio este cabreo no se me quita ni versando oraciones infinitas!.  ¡No encuentro paz en mi alma herida!.

-          Perdóne que le diga esto, Señor Lobsang, pero no puedo hacer nada al respecto.  Esto que me esta contando no es suficiente razón para poner una denuncia.  Comprendo que el exámen rectal es un éxamen humillante pero si los guardias de seguridad lo hicieron sólo estaban siguiendo el procedimiento normal de una interrogación a un sospechoso.   Le sugiero que se tranquilice y vaya a su hotel a descansar.  Mañana será otro día.

-          ¿Y mientras que hago para quitarme esos pensamientos pecaminosos?

-          Pues no sé si el Dalai Lama tendrá un número de teléfono o a lo mejor puede orarle pero le sugiero que lo busque y le pida consejo.  Sino puede comunicarse con él, busque a sus hermanos monjes acá en Amsterdam.  A lo mejor ellos le pueden ayudar.  Pero lamentablemente yo como oficial de policía no puedo hacer nada.  

-          Y ¿Qué hago con mi amuleto roto?

Cómprese otro.  Le puedo recomendar una buena joyería en Kalverstraat.  Perdón pero tenemos que desocupar la sala, Señor Lobsang, que hay verdaderas denuncias que tomar.

martes, 24 de mayo de 2011

Problema Familiar

      -          Hola ¿Tienes un minuto?
-          ¿Tiene que ser ahora? Estoy ocupado tratando de terminar la contabilidad de los Hnos. Minelli.  Ya sabes lo quisquillosos que son y mañana temprano tengo una cita con ellos.
-          Es algo muy importante que no puede esperar
-          ¿Tan importante que no puede esperar para mañana?
-          Tan importante que no puede esperar ni una hora.
-          Bueno, esta bien.  A ver ¿De qué se trata?
-          Verás...tenemos un problema grave
-          ¿Tu y yo?
-          Tu y yo y el resto de la familia.
-          ¿Y que és?
-          Pues bueno, déjame decirte que lo que te voy a decir es un poco fuerte.  A mi me agarró de sorpresa y no tengo la menor idea de como manejar la situación.  En fin...se trata de Olguita.
-          ¿La expulsaron otra vez del colegio?  Porque si es eso ¡No quiero saber nada más!
-          No Carlos, no es eso. ¡Ojalá fuera eso!
-          ¿Y entonces que es?  ¡Anda mujer termina de hablar!
-          Eso es lo que quiero hacer.  A ver...Olguita...está embarazada.


      -          Carlos ¿Me escuchaste?  Olguita está embarazada.
-          Si, si te escuché pero no sé que decirte.
-          Yo lo sé...
-          ¿Pero quién es el desgraciado que se ha cargado el futuro de nuestra hija?
-          No me quiere decir. 
-          ¿Será el desgraciado de Roberto Manuel?
-          No,  él se cambió de ciudad. ¿No te acuerdas?
-          Mmm
-          Carlos...¿Qué hacemos?
-          ¡Que mire que hace ella!  ¿Por qué nosotros tenemos que cargar con este problema?
-          Porque es nuestra hija, vive bajo nuestro techo y apenas tiene 15 años.
-          ¿Le dieron en la escuela educación sexual?
-          Quien sabe
-          ¿Nunca hablaste con ella de sexo?
-          No ¿Y tú?
-          ¡Es tu obligación mujer!
-          ¡La tuya!
-          Que más da.  ¿Dónde está ella?
-          Está ya dormida, se sentía muy cansada la pobre.  Tiene mucha fatiga.
-          ¿Cuántos meses de embarazo?
-          Tres...casi cuatro.
-          ¿Conoces alguna clínica de aborto?
-          ¿Cómo crees?  ¡Por supuesto que no!
-          Yo creo que Felipe tuvo el mismo problema con Isabelita.  Le voy a preguntar a dónde la llevó.
-          ¿No es eso peligroso?
-          ¿Yo que sé?  Pero ¿Qué prefieres?  Que tenga a su niño y esté a cargo de él cuando ni siquiera puede cuidarse a si misma o ¿que lo aborte?
-          La verdad es que no sé.  Tengo un dolor de cabeza desde que me dió la noticia que no puedo ni pensar. 
-          ¡Deja que la vea!  ¡Y al mal parido que hizo esto le voy a caer a golpes! ¡Infanticida!
-          ¡Hay Carlos, ni sabemos ni quién es!  Y a lo mejor es de la misma edad.
-          ¡Maldito cerdo! ¡Y Olguita una puta!
-          ¡Por favor Carlos!
-          ¡Si no estuviera embarazada le daría una tunda que la dejaría coja!
-          Eso no va a arreglar el problema.  El problema es grave y tenemos que tomar una decisión de inmediato.
-          ¿Sabes qué? ¡Déjame! Voy a terminar lo que estoy haciendo y despertamos a Olguita. Quiero saber quién es ese animal.
-          Piensa en tu nieto Carlos.  Olguita necesita descansar.
-          ¡Qué nieto ni que ocho cuartos!
-          Bueno...lo que sea, piensa en el bebé.
-          Mejor vete que ya no quiero hablar.
-          Siempre arreglas todo con tu silencio.
-          ¡Déjame mujer! ¡Yo arreglo lo que sea como me dá la gana!
-          Esta bien Carlos, te dejo.  Pero sabes que esta conversación no se puede dejar sólo así como haces con todas las demás.  Esta vez, tenemos que tomar una decisión por el futuro de Olguita.
-          ¿No te has ido todavía?

lunes, 16 de mayo de 2011

Con la misma moneda

Otra vez este sentimiento de culpa mientras me visto.  Juan Manuel me guiñe el ojo recostado en la cama mientras me pregunta cuando nos volvemos a ver.  Lo veo y me poseen de nuevo las ganas de comérmelo a besos.  Es que esos labios carnosos y ese cuerpo tan bien formado en el gimnasio me vuelven loca.  Además es quince años menor que yo y con toda la vida por delante.  Me pregunto ¿Que verá en mí?  Soy una mujer de cuarenta años, casada y con dos hijos.  Me he conservado bien pero no tengo la vigorosidad de una chica de su edad.  Aunque soy una mujer sofisticada y me visto bien, ya estoy yendo a hacerme tratamientos de liposucción, botox, estiramiento de rostro, de pechos, etc. 

A lo mejor es por mi dinero pero él nunca me pide nada.  Soy yo la que lo mimo con ir a restaurantes de lujo, discotecas de primera, viajes y las mejores habitaciones de hotel donde él puede permanecer después de que yo me haya ido.   Un día se molestó porque le dejé dinero después de haber pasado una hora con él.  Me dijo que así ya no me quería ver y casi se va.  Lo tuve que besar apasionadamente y volverle a hacerle el amor para convencerlo.

Me estoy arriesgando demasiado últimamente pero ya no me importa.  Si mi marido se llegara a enterar le diría que me cuente cuando comenzó el romance con su secretaria.  El no sabe que yo sé que anda con ella.  No me conviene divorciarme de Juan.  Gracias a su dinero puedo darme los lujos que me doy y llevo una vida acomodada.  Asi que si se descubre mi desliz lo amenazo con quitarle a los niños y ya está.  Que viva su vida como mejor le plazca y yo vivo la mía igual.  Lo aguanto porque los niños lo adoran.  A pesar de ser un malísimo esposo es un excelente padre.  Es un contraste tan abrupto que me provoca una carcajada.  Y pensar que un día estuve enamorada de él.  Todo estuvo bien por algunos años hasta que empezó a ausentarse hasta tarde por reuniones de trabajo. Luego los fines de semana tenía que viajar por negocios y cada vez se hicieron más frecuente sus ausencias.  Mis hijos son los que más lo sufren.  Ya no lo ven como antes.  Eso sí, lo tengo amenazado que si algún día se pierde un partido de Ricardito o el ballet de Valeria entonces si tiene problemas conmigo.  Hasta ahora a cumplido con cabalidad, al menos con ellos.

Supe por una amiga que lo vió en el Hotel Intercontinental de Paris en lo que andaba.  El no vió a mi amiga ya estaba tan embobado con su acompañante que ni siquiera se dió cuenta cuando mi amiga le tomó una fotografía.  Reconocí a la anorexica de su secretaria en un segundo.  Siempre le dije a mi marido que ella no me daba una buena vibra.  Pero no me hizo caso.  Al enseñarme mi amiga la foto no sentí nada.  No sentí ni tristeza, ni miedo, ni cólera, ni enfado.  Nada.  Ahí supe que sus ausencias habían dado sus frutos hacía mucho tiempo atrás. 

En ese momento pensé en pedirle el divorcio.  Pero tan sólo pensar que tendríamos que pelear por la custodia de los niños cuando yo dependo económicamente de él no me convenía.  Así que elaboré un mejor plan:  secretamente estoy poniendo dinero en una cuenta de ahorro a mi nombre en Suiza de la cuál él no tiene conocimiento. He comprado ya dos propiedades a mi nombre sin que él esté enterado. Mientras tanto, gozaré de su dinero y de los lujos que me da estar casada con él y a la hora de que algo suceda, ya tengo algo seguro a donde ir a parar.

Mi aventura con Juan Manuel no fue planeada.  Todo empezó cuando cambié de gimnasio.  Juan Manuel era mi entrenador personal.  Ver ese cuerpo sudoroso, musculoso y joven despertaron muchas emociones escondidas en mí.  Una cosa llevó a la otra y tenemos un romance torrido desde hace seis meses.  Sé que no debería pagarle a mi marido con la misma moneda pero que más me da.  A él no le importé yo cuando se metió con su secretaria ¿Por qué me tiene que importar él? 

A veces me da cargo de conciencia en especial despues de haber estado con Juan Manuel y salgo del hotel. A veces me siento sucia e irresponsable. Pero estoy obsesionada por las emociones que me da.  Me hace sentir joven, bonita, guapa.  Me hace sentir deseada.  Aunque cada vez siento que me meto más profundo a un túnel oscuro, sin fin, sin futuro... sin amor.

lunes, 9 de mayo de 2011

Doblemente Feliz


Es algo tan maravilloso ser abuela por primera vez.  Una nietecita.  ¿Quién lo hubiera imaginado?  Hace 30 años en este mismo día nació mi hija.  Que casualidad que las dos nacieron un 9 de mayo.  ¡Que gran regalo para el día de las madres! 

Recuerdo cuando ví a mi hija por primera vez.  Era tan menuda, tan rosadita, no lloraba casi nada.  Sólo si tenía mucha hambre pegaba sus buenos alaridos.  Luego verla crecer, era una niña muy flaquita, con el cabello largo rubio y esos ojos llenos de curiosidad y de dulzura.  Era muy despierta y le gustaba investigar de todo.  Las primeras veces fueron las mejores: caminar, sonreir, correr, decir “mama” me hizo llorar. Leía mucho y le gustaba jugar con barbies.  Parece que fue ayer cuando llegó a la adolescencia.  La plática más difícil para mí fue explicarle sobre el sexo.  Ella preguntaba sin parar. Cada vez que enfermaba gravemente no dormía de la pena.  Estuve al lado de ella día y noche.  Su primer raspón, el cambio de dientes, cuando se quebró su mano. Luego verla convertirse de niña a mujer poco a poco.  Recuerdo el día que me confesó que se había enamorado por primera vez.  Ella se arreglaba mucho para llamar la atención del chiquillo aquel.  Lamentablemente no le funcionó y el chiquillo se hizo novio de otra niña.  Su primer corazón roto.  Lloró en mis brazos por horas.  Cómo quise quitarle el dolor y sufrir por ella pero nada podía hacer.  

Luego su graduación.  Cuando decidió irse a vivir al campus de la Universidad se me partió el corazón.  Me preocupaba mucho por ella ya que sé lo peligroso que es para una mujer joven y sola andar por ahí.  Que equivocada estaba.  Seguro no sé de muchas cosas que hizo pero se supo cuidar y estudió para graduarse con honores.  Me presentó varios novios, algunos me simpatizaron y otros no.  Pero cuando conoció a Tomás, el padre de mi nieta, supe que él era el hombre para ella.  La manera que la mira, como la cuida, como la protege, me hizo verla a través de sus ojos y darme cuenta que él se había enamorado de una mujer de éxito, trabajadora, buena hija, entusiasta e inteligente.

Cuando me llamó para contarme que Tomás le pidió la mano me hizo la mujer más feliz del mundo.  No hay nada más maravilloso que saber que tu hija va a estar en buenas manos, que la van a cuidar tanto o mejor que la cuidaste tú. 

Cuando me confesó que estaba embarazada yo no cabia de la alegría.  Viví con ella los 9 meses de embarazo con tanto entusiasmo como yo viví el mío.  Me alegro tanto que seamos buenas amigas y pueda compartir con ella todo esto.

Y ahora con mi nieta en brazos, que es tan menudita, tan delicada como lo fue mi hija, me hace sentirme la abuela más orgullosa del mundo. Nunca creí que me diera tanta alegría tener una nieta que fuera tan perfecta como lo es mi hija.  Que fuera doblemente dichosa y feliz. 

Ver a mi hija cómo cuida a mi nieta y cómo ha asumido su papel de madre tan naturalmente me da mucha alegría.  Espero en Dios que todas las madres tengan esa satisfacción con sus hijos. 

El lazo entre madre e hijos nadie lo puede romper.  Cuando pasa el tiempo algunas relaciones se rompen o cambian pero lo que una madre siente por sus hijos jamás.  



¡Feliz Día de las Madres!  Espero que todas las madres que lean este pequeño cuento sean felices y dichosas de tener hijos tan maravillosos.  Que Dios las bendiga y las cuide.

martes, 3 de mayo de 2011

Para Decirte Adiós...

Estimado Julio:

Si tú supieras lo que me costó tomar la decisión de decirte adiós.  No fue una decisión fácil ni la decisión fue tomada en cuestión de segundos, minutos u horas.  Tuve que meditarlo por días, meses y pasó más de un año para finalmente decidirme.

Es que te amo con toda mi alma y sé que te amaré siempre.  Tú haz sido lo mejor en mi vida.  Tú haz sido mi guía, mi complemento, mi otra mitad.  Cualquiera que leyera estas palabras pensará que estoy loca por haberte dejado.  Pero hay una explicación del por qué.

Cuando me dí cuenta que algo estaba mal entre nosotros fue cuando te rogaba para que me tocaras, para que me acariciaras, para que me hicieras tuya.  Tú pasabas de mí.  Y empecé a lamentarme, a sollozar en silencio, a llorar a todo pulmón en la ducha, luego a llorar con mis amigas, hasta que el llanto se hizo inaguantable e imparable.

Te supliqué, te pedí que me dijeras qué estaba mal, que me explicaras en qué había fallado y siempre obtuve como respuesta tu silencio.  Ante los demás eramos la pareja perfecta sin que nadie sospechara como mi corazón se desgarraba poco a poco. Yo no podía entender como tú podías seguir la vida como que si nada estuviera pasando (o al menos eso aparentabas). Luego la distancia entre los dos se hizo más visible ya que tú preferías pasártela fuera de casa con tus amigos y yo para no quedarme sola también salía y me llenaba de actividades.  Pareciamos compañeros de piso,  cada quién por su lado, sólo diciéndonos hola y adiós y de vez en cuándo pasar un tiempo juntos.

Yo no podía seguir viviendo más así.  Cada vez que tocaba el tema tú solo me veías como un idiota y no hacias nada para mejorar las cosas, para luchar por nuestro amor.  Porque sé que todavía me amas.  Aunque nos separamos de esa manera teníamos muy buen contacto, muy lindos momentos con un beso y un abrazo robado al tiempo, preciosas risas y apoyo moral en los momentos críticos. 

Un día en que sollozaba de nuevo al silencio de la noche y a tu espalda caí en cuenta que aunque me aferrara al recuerdo de lo que un día fue nuestra relación, no iba a lograr componerla sin tu ayuda.  En una relación hay dos personas y no sólo una puede hacer el esfuerzo.  Como un último intento traté de explicarte mi teoría.  Traté de despabilarte de una sola vez para que te dieras cuenta de lo que estabas logrando.  Hubiera querido darte un par de bofetadas para que recapacitaras.  Pero lamentablemente mi consejo entró por tu oído derecho y salió por el izquierdo. 

Yo te amo como nunca he amado a nadie.  Si de por mí fuera me hubiera quedado para siempre contigo. Eres lo que yo siempre quise en un hombre:  guapo, inteligente, emprendedor, simpático, cariñoso.  Pero vivir como una pareja de 60 años que no se toca sino que sólo viven juntos por conveniencia cuando todavía estamos por los 30 no me parece.  Te amo pero me amo a mí misma mucho más.  Sé que merezco un trato mejor y sé que merezco ser valorada como mujer.  Si yo estuviera gorda, descuidada, desmarañada o demacrada te daría la razón.  Pero soy una mujer de éxito, trabajadora, emprendedora, sexy, bonita y divertida.  Además de ser buena amante, buena cocinera, buena consejera, buena amiga y buena mujer. 

Así que por todo esto que te explico llegué a la conclusión que era mejor decirte adiós.  Me alegro que hayamos quedado como amigos aunque no sé como puedo hacer que mis sentidos te vean como tal.  Al menos por el momento no puedo hacerlo y tendré que dejar de verte por un par de meses, talvez más. Espero que el tiempo sea mi amigo y me ayude a curar la herida y a consolarme en mi desdicha.

Todavía trato de encontrar el por qué  fallamos pero creo que nunca lo voy a poder lograr.  Quiero decirte que mi conciencia está tranquila porque hice todo lo que pude haber hecho para salvar la relación.  Hice todo lo que pude para recuperar lo que teníamos y forjar juntos un futuro mejor para los dos.  Muy tarde me doy cuenta que una relación no se basa sólamente en el amor pero si no también en el compromiso y respeto.

Juro que si regresas algún día y me dices que al fin te diste cuenta de tu error te perdonaré y regresaré contigo.  Por el momento te dejo aunque desmaye del dolor para que medites al respecto o para  que seas feliz con alguien más. 

Nunca podré olvidar los bellos momentos que pasamos juntos.  Siempre estarás en un lugar especial en mi corazón y serás alguien que recuerde toda mi vida. La verdad es que... preferiría no decirte adiós nunca pero ya no está en mí. Que triste será mi vida sin ti. Nunca te olvidaré. 

Siempre tuya,

Larissa